“La imagen de una ciudad corresponde hasta cierto punto al simbolismo general del paisaje, del que es un elemento en el aspecto representativo, interviniendo entonces en su significación el importante simbolismo del nivel espacial, es decir, la altura y orientación en que aparece. En la génesis de la historia, según René Guénon, existía una verdadera “geografía sacra” y la posición, forma, puertas y ordenación de una ciudad con sus templos y acrópolis no era nunca arbitraria ni se dejaba al azar ni al sentido utilitario. De otro lado, el hecho de fundar una ciudad estaba en estrecha conexión con la constitución de una doctrina y por ello la ciudad era símbolo de la misma y de la sociedad dispuesta a defenderla. En toda la Antigüedad se personificó a las ciudades en matronas”.
Juan-Eduardo Cirlot
Diccionario de Símbolos
“¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y las ciudades infinitas son un sueño que nace del corazón de las ciudades invisibles. Se habla hoy con la misma insistencia tanto de la destrucción del ambiente natural como de la fragilidad de los grandes sistemas tecnológicos que pueden producir perjuicios en cadena, paralizando metrópolis enteras. La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza. La imagen de la “megalópolis”, la ciudad continua, uniforme, que va cubriendo el mundo.
Lo que importa es descubrir las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades. Las ciudades son conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”.
Italo Calvino
Las ciudades invisibles
La Ciudad y los Signos recoge una parte de trabajo en cerámica y dibujos sobre papel, donde una vez más se pone el punto de atención sobre la ciudad y su simbología. Narraciones sobre una ciudad saturada, controlada, anestesiada, caótica y amenazante que envuelve a personajes aislados y perdidos en una maraña de caminos sin destino concreto.
Estructuras reflejadas, en azul de cobalto o pigmento negro sobre pasta blanca, delimitan un espacio concreto pero inabarcable, la urbe como elemento perturbador y reflejo de la sociedad que la ha procreado, planimetría indefinida, siempre al servicio de un Poder que no la habita, que permanece oculto tras las pantallas vibrantes sobre edificios
impersonales. Quizás únicamente, la imagen de un faro centelleante, intenta, a modo de baliza, marcar una ruta alentadora dentro de esta topografía del caos.